La Tortuga Roja: Nunca un naufragio fue tan evocador
El galardonado director Michaël Dudok de Wit nos trae una pieza intimista en colaboración con el estudio japonés Ghibli
Tras una fiera tormenta, un hombre sea cae de su bote y termina naufragando en una isla desierta. Está rodeado de frutas para comer, un pequeño lago para beber agua fresca, animales para hacerle compañía y un gran bosque de bambú para tener madera a mano.
En su primer intento de hacer una balsa para escapar del lugar, un animal desconocido la destroza y termina regresando desconsolado. No sólo le vuelve a ocurrir, sino que en su tercera intentona, observa que es una gran tortuga marina roja la que está tras los constantes sabotajes. Lo que no sabe, es que dicho animal cambiará el rumbo de su vida.
Olvidad por un momento que el logotipo de Ghibli aparece en el cartel de la película. Sí, es verdad que tiene cierta influencia de Isao Takahata en el tema artístico, pero a partir de ahora veremos la cinta como el cuento que Michaël Dudok de Wit nos quería contar. Y desde luego, para tratarse de su primer largometraje, lo ha contado muy bien.
En primer lugar, sabed que durante los 80 minutos que dura, no se artícula ninguna palabra más allá de algún grito o gruñido, y tampoco le hace falta. La expresividad del protagonista, la profundidad de los escenarios, lo vivos que están los animales, son solo algunos de los elementos que hacen que la historia fluya en todo momento.
El ritmo es pausado pero constante, y no aburre en ningún momento. De hecho, nos brinda varias ocasiones donde lo onírico y lo real se funden, con espectáculos tan sorprendentes como un puente sin fin hacia el mar o un cuarteto de cuerda en mitad de la playa.
Pero no todo es supervivencia y contemplación en una isla desierta, y la adrenalina subirá de vez en cuando con alguna que otra escena llena de intensidad. El humor tampoco podía faltar, y un grupo de curiosos cangrejos de mar nos sacará alguna que otra sonrisa.
La historia es un regalo de principio a fin, y no habría sido posible sin la ayuda del guionista francés Pascale Ferran. Pero como no hay nada perfecto en esta vida, se podría decir que la segunda mitad, centrada en la familia y el crecimiento (y no suelto más spoilers), no es tan redonda como la primera. Eso sí, el desenlace es una delicia.
El plano técnico es otra maravilla. Desde la primera escena de la tormenta podemos ver lo cuidada que está la animación. Pero no es solo el movimiento, también lo bien dibujados que están los paisajes, y todos los animales que habitan el ecosistema, incluyendo al ser humano. Quién iba a decir que una cara tan simple iba a estar tan llena de sentimientos.
Pero esto no es cine mudo, y toda la isla está llena de vida gracias a la selección de efectos y sonidos que se han utilizado, desde el soplar del viento, hasta las pequeñas pisadas de un cangrejo. La banda sonora de Laurent Perez del Mar nos pondrá en situación, tanto en los momentos tranquilos como en los tensos, con varios leitmotiv que nos acompañarán, incluso tras salir de la sala.
Como habéis podido leer, estamos ante una película sobresaliente y la que hay que estar atento a cada detalle que nos muestra. Una historia evocadora con una animación fluida y muy expresiva, acompañadas de unos efectos de sonido muy naturales, y una banda sonora con varios temas que se nos quedarán pegados a la oreja. Nos hará sonreír y nos hará llorar, por mencionar dos de los muchísimo sentimientos que nos transmitirá.
A partir de aquí, lo único que puedo hacer es recomendar que la veáis por vosotros mismos, esperando que la opinión que saquéis sea tan buena. Además, tenéis la oportunidad de verla en pantalla grande, ya que a partir de mañana, 13 de enero, se estrena en las siguientes salas del territorio nacional, gracias a Karma Films.
Lo mejor
Una animación increíble acompañada de una gran banda sonora
Un cuento pausado pero muy bien narrado
Y con un punto final inmejorable
Lo peor
Por ponerle una pega, la segunda mitad no es tan redonda como la primera
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