CRÍTICA El niño y la bestia

Historia de dos ciudades

'El niño y la bestia' (Bakemono no Ko, 2015) es el último trabajo del aclamado director Mamoru Hosoda, donde, junto a su Studio Chizu, nos vuelve a contar una historia de crecimiento y superación, con un trasfondo de fantasía. Con 'La chica que saltaba a través del tiempo' y 'Summer Wars', Hosoda dio el gran salto a la escena del anime actual, convirtiéndose su siguiente película, 'Wolf Children', en la consolidación que tanto él como la industria necesitaban.

Tras la marcha de Hayao Miyazaki y el silencio de Ghibli, las películas de animación japonesas se habían quedado algo huérfanas, y aunque han aparecido muchos directores que apuntan maneras, Mamoru Hosoda es uno de los firmes candidatos a ocupar dicho vacío. Con este último film, vemos la firmeza que el director y su equipo de producción han ganado los últimos años pero, ¿de qué trata exactamente?

Esta es una historia de dos ciudades, dos mundos separados que no pueden coexistir. Ren es un niño que vive en la ciudad de Tokio y que decide escaparse tras la muerte de su madre. Kumatetsu es un hombre-bestia (Bakemono) cuya tozudez está a punto de costarle la candidatura a Señor de las Bestias. Todo cambia cuando sus caminos se cruzan.

Ren termina perdido en Jutengai, la ciudad de los bakemono, y Kumatetsu, a pesar de la negativa de sus compañeros, lo acoge como discípulo. Pero la confianza no es flor de un día, hasta el punto de que el chico ni siquiera le dice cómo se llama. Con el nuevo nombre de Kyuuta, Kumatetsu y él seguirán el mismo camino, como maestro y alumno, para conseguir la fuerza que tanto ansían.

Hombre-Bestia

De nuevo Hosoda nos pone en una situación aparentemente cotidiana con un trasfondo fantástico. Jutengai es mucho más que el contrapunto de las bestias al mundo humano, es un lugar rico, lleno de colorido y con una regla esencial, no desenvainar tu espada bajo ningún concepto. Se trata de un mundo idílico donde hombres-bestia de todo tipo conviven en armonía bajo el mandato del sabio Señor de las Bestias.

Pero el Señor está deseando trascender su cuerpo y convertirse en un Dios, por lo que tendrá que elegir un sucesor. Ya sabemos que Kumatetsu es uno, pero su rival es todo lo contrario a él. Iozen es serio, buen maestro y mejor padre, algo que pone de los nervios a Kumatetsu, pero que en el fondo anhela.

La paternidad es un camino difícil

Desde el comienzo del largometraje, se nos presentan ambos mundos como entornos que no pueden coexistir, ya que los bakemono conocen la naturaleza violenta y oscura de los seres humanos. Pero no todos tienen porqué ser así, y se hace una excepción con Kyuuta. El niño es tan obstinado como su maestro, pero poco a poco se da cuenta de que si quiere ser realmente fuerte, tendrá que parecerse incluso más a él.

Este vínculo maestro-alumno supone para ambos algo más, para uno, el hijo que nunca tuvo, y para el otro, el padre que nunca le habría abandonado. Una convivencia que les enseña un mundo que nunca habrían conocido por separado. Eso sí, este binomio no podría haber sido posible sin Tatara y Hayku, ambos compañeros de Kumatetsu, y que le sirven como conciencia, el primero a favor del chico y el segundo, a favor de ir por libre, pero cuyas opinions terminarán mezclándose con el paso del tiempo.

Y claro, el tiempo no perdona, y Kyuuta tiene la necesidad de volver a su mundo. Ya no es un niño, y se da cuenta de que la fuerza que tanto ansiaba, sólo era una manera de escapar de la realidad, y que si quiere mejorar como persona, necesita ejercitar la mente. Aquí aparece la figura de Kaede, una estudiante de instituto que le ayudará a estudiar, desenvolverse en el mundo actual y dar el paso para buscar a su padre biológico.

Estas nuevas sensaciones y sentimientos llevarán al chico a una encrucijada: ¿Cuál es su futuro? ¿Kyuuta o Ren? ¿Bakemono o humano? Más, sabiendo que su elección será clave para el devenir de ambos mundos.

Arte contemporáneo

Pero la historia no puede ser nada si la animación no acompaña. El arte es excepcional tanto en el diseño de personajes como de fondos estáticos, diferenciando perfectamente la tonalidad del barrio de Shibuya con la de Jutengai, con una animación fluida en todo momento y un entorno variado, que no da nunca sensación de vacío. Todo ello acompañado por las sintonías de Takagi Masakatsu, que repite su papel de compositor tras 'Wolf Children', y cuyas escenas acompañadas por trompetas siguen poniendo los pelos de punta.

Pero claro, no todo es perfecto en la viña del señor. Si bien la animación tradicional y digital se complementan muy bien en varios tramos de la película, el CGI sufre en ciertos momentos, sobre todo, en los giros de plano y, fundamentalmente, en el ataque de la ballena, que aunque cumple su cometido, deja la sensación de que que apenas se nota evolución respecto al mundo de OZ en 'Summer Wars'.

Por sí misma, estamos antes una cinta más que notable, a la que se le podría haber dado algún que otro tijeretazo en el montaje final. Pero si miramos en cojunto las obras de Hosoda, notamos cierto estancamiento en el director. Esta película debería ser un antes y un después para este autor, que debería comenzar a pensar en un tipo diferente de historia.

El alumno se convierte en maestro

'El niño y la bestia' es una película muy recomendable, con un arte y animación sobresalientes, y una historia atrayente de principio a fin. Puede que tenga un par de inconvenientes que le cortan el paso de la excelencia, pero no quita para que sea una cinta muy disfrutable, te guste o no la animación japonesa, y ya seas adulto, niño o bestia.

Sin duda alguna, el último trabajo de Mamoru Hosoda es algo que merece verse en pantalla grande, y a partir de este viernes 22 de abril, vais a tener la oportunidad de hacerlo gracias a Sherlock Films. No la dejéis escapar, que todavía falta para su siguiente joya.